lunes, 27 de octubre de 2014

Última Navidad en la Mengstraße


                                           [Cfr. Buddenbrooks, Parte VIII, Cáp VIII]

Todos han muerto, pero están aquí,
como los dulces de mazapán
o la hilera de velas que arde en el salón.

Porque es el nuestro, sabemos el final,
aún así, honremos a Jesús.

Elisabeth tenía lacitos de satén,
y en los ojos de Gerda, rodeados de azul,
brillaban las hogueras rojas de Tristán.

Hija de Sión, regocíjate.

(Alguien lee en la Biblia familiar
el Evangelio de la consolación.)

Ahora que la nieve ha ungido la ciudad
con un manto de luz
cantemos reunidos otra vez
bajo el árbol sagrado de la Navidad.
Todos han muerto, pero están aquí,
también aquí el teatro de cartón
y las carpas regadas con los vinos del Rhin.

O Tannenbaum.

Este coro de sombras te está llamando a ti,
sube de lo profundo con una sola voz,
pregunta por la puerta que nadie puede abrir.

Porque es el nuestro, sabemos el final,
el vacío y la nada y la aniquilación.

O Tannenbaum.
O Tannenbaum.







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